God's Plan to Save You

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God's Plan to Save You

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Cuando Dios creó los cielos y la tierra, su trabajo fue perfecto y puro. Dios vio todo lo que había creado, y lo declaró “muy bueno” (Génesis 1:31). Él tomó gran placer en lo que Él hizo y la culminación de su creación vino con Adán y Eva. Dios los hizo capaces de conocer y de interactuar con Él (Génesis 1:27). ¡Fue un gran plan!

A pesar de vivir en un lugar perfecto—el Jardín del Edén, Adán y Eva se rebelaron contra Dios, causando una roptura en su íntima relación (Génesis 3). La culpa que sintieron les hizo esconderse de Dios y intentaron cubrirse de su vergüenza personal.

Adán deliberadamente escogió un camino de voluntad propia y de rebelión, lo cual trajo pecado y muerte—incluyendo muerte espiritual- al mundo. “…por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12)—toda la humanidad es afectada por el pecado de Adán.

Estableciendo un nuevo plan

Para cubrir la culpa y la desnudez de Adán y Eva, el Señor les hizo abrigos de la piel de un animal para que se cubrieran (Génesis 3:21) haciendo así el primer sacrificio. Prometió un Redentor cuando Dios pronunció estas palabras de juicio sobre la serpiente, o Satanás: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón” (Génesis 3:15). Esta palabra profética habla acerca de Jesucristo y su muerte en la cruz del Calvario.

Así comienza la historia de redención y sacrificio, y se repite a través de toda la Palabra de Dios, culminando en la venida de Jesucristo y en su sacrificio en nuestro lugar. Descubrimos en la Biblia que una relación personal con Dios no depende en nuestras buenas obras, o en nuestra membresía a una iglesia, o siquiera en vivir una vida con altos valores morales. Sin embargo, el amor sublime de Dios es la fuente por la cual fluye la redención para nosotros.

Separados de Dios por nuestra culpa y el pecado, todos afrontamos dos necesidades espirituales primordiales. Primero, necesitamos ser restaurados a comunión con Dios. Somos en realidad culpables delante de Dios, y de alguna manera debemos encontrar perdón. Debemos afrontar el problema de nuestro pecado, y no existe respuesta a esta necesidad dentro de nosotros mismos. La única respuesta es el Señor Jesucristo.

Segundo, necesitamos poder para cambiar nuestras vidas. Nuestro pecado revela la bancarota espiritual de nuestro corazón—el egoísmo, las pasiones desenfrenadas, la avaricia, el orgullo, y el enojo que son tan destructivos. “Nada hay tan engañoso como el corazón” dice Dios “No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9). Si vamos a ser cambiados, algo debe suceder en nuestro corazón para cambiar nuestras vidas por completo. Jesús enseñó que “quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Solamente la sangre de Jesús puede quitar la culpa de nuestro pecado, y solamente el Espíritu Santo puede venir a nuestros corazones para hacernos nuevas criaturas.

Pagando el precio requerido

Redención muchas veces involucra el concepto de comprar algo que se ha perdido, por medio de un pago de rescate. También puede significar el concepto de ser liberados de algún tipo de restricción; como la liberación de los hijos de Israel de su esclavitud y sufrimiento en Egipto (Éxodo 14:29-30; 15:2).

Hay muchos pasajes en el Nuevo Testamente que representan el sufrimiento de Cristo como un pago o precio, y el resultado asegurado es el pago o la redención. (Hechos 20:28; 1 Corintios 6:19-20; Gálatas 3:13; 4:4-5; Efesios 1:7; Colosenses 1:14; 1 Timoteo 2:5-6; Tito 2:14; Hebreos 9:12; 1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 5:9). La idea que corre por todos estos es la de un pago hecho por nuestra redención. Jesús pagó la pena por nuestro pecado y nos redimió.

La penalidad por nuestro pecado y rebelión es la muerta espiritual, separación eterna de Dios. Jesús intervino y entregó su vida y tomó la pena que merecemos. El sufrió el precio equivalente a la pena eterna por toda la humanidad. La deuda en contra nuestra no es vista como simplemente anulada si no comple tamente pagada. La vida de Cristo, o su sangre, la cual Él rindió por nosotros, es el “rescate” por el cual somos hechos libres del pecado. “Sangre” se menciona 460 veces en la Biblia. Jesús habló de su propia sangre catorce veces en el Nuevo Testamento. ¿Por qué? Debido por al derramamiento de su sangre en la cruz, Él logró la salvación de todos los que creen.

Trayéndonos buenas noticias

El Evangelio de Juan cuenta la historia de redención y lo que Cristo Jesús hizo en nuestro lugar. Resumiendo el Evangelio, Juan dice, “Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida” (20:31). Siga leyendo mientras examinamos lo que el Apóstol Juan tiene que decir en su evangelio acerca de la vida eterna que recibimos a través de Cristo Jesús.

Traído por el Dios hecho hombre—Jesucristo

Juan quiere enseñarnos quien realmente es Jesús: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Juan 1:1, 14) ¡Jesús, durante su vida en la tierra, fue Dios en forma humana! Y por si acaso la introducción de Juan no fuera lo suficientemente clara, unas cuantas frases después el cita a Juan el Bautista, quien dice: “Yo lo he visto y por eso testifico que Éste es el Hijo de Dios” (1:34). A través del libro, Juan da evidencia de la deidad de Jesús—que Jesús realizó muchos milagros (2:1-11; 4:46-54; 5:1-17; 6:1-13; 16-21; 9:1-7; 11:38-44), y que Él cumplió profecías escritas acerca de Él siglos antes (2:13-22; 3:14; 5:46; 12:14-16).

Motivado por amor divino

¿Pero por qué dejaría Jesús, el Hijo de Dios, el cielo para vivir en la tierra como un ser humano? Jesús mismo nos dice por qué: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para salvarlo por medio de Él” (Juan 3:16-17). Dios nos vio como en realidad estábamos, muertos espiritualmente en nuestro pecado. Esa es la razón por la cual Jesús vino. Dios es un Dios de perdón cuyo amor y paciencia nos animan a creer en lo que Cristo ha hecho por nosotros.

Necesario para todos los pecadores

¿Entonces, por qué necesitamos ser salvos? Jesús dijo, “Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado” (Juan 8:34). Si somos honestos con nosotros mismos, no podemos negar que desde el momento que nacimos hemos hecho cosas malas –cosas que nos hacen culpables delante de Dios y merecedores de su juicio. Según la Biblia esas cosas malas son pecados, y el pecado nos separa de Dios. Y porque estamos separados de Dios, enfrentamos la perspectiva atroz de “el castigo de Dios” (3:36), el cual es la separación de Dios eternal.

Disponible sólo a través de Jesús

¿Puede alguien salvarnos de la furia y el castigo de Dios y asegurarnos el cielo? Algunas personas creen que pueden llegar al cielo haciendo buenas obras, o siguiendo las enseñanzas de alguna religión, o aun a través de dar dinero a las iglesias o a las caridades. Pero Jesús dijo claramente que ninguna de estas cosas nos salvarían: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Él no dijo que Él simplemente sabe el camino al cielo; Jesús dijo que Él es el único camino al cielo. Ningún esfuerzo humano nos puede dar vida eterna. Cristo, y solamente Cristo, es el único y suficiente Redentor.

Es más, la única “obra” que puede salvarnos es la “obra” de creer en lo que Jesús ha hecho para obtener nuestra salvación: “Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien Él envió” (Juan 6:29). Y para aquellos que creen, la promesa de Dios se mantiene firme: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (1:12).

¡Hecho posible por el “gran sacrificio”!

Juan el Bautista se refiere a Jesús como el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Jesús vino al mundo sabiendo lo que le costaría, y Él explica que la salvación viene a través de su muerte en la cruz como el perfecto y suficiente sacrificio para nuestros pecados (3:14-15). Él cargó en su cuerpo puro la plenitud de nuestros pecados para que Dios pudiera perdonar a pecadores y darles la vida eterna. Y el pago de Jesús cargando esos pecados fue la muerte.

Los capítulos 18-19 describen la muerte de Jesús, y luego el capítulo 20 describe su triunfo glorioso sobre la muerte cuando Él se resucitó de los muertos. La resurrección de Jesús significa que Él puede dar vida eterna a todos que creen en Él. “Yo soy la resurrección y la vida. Él que cree en mi vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Juan 11:25-26). Las puertas de la salvación y al cielo están abiertas a todos que aceptan la invitación de Cristo y creen en lo que Él ha hecho por ellos.

Depende en creer

El último versículo (Juan 11:26) realmente termina con Jesús preguntando, “¿Crees tú esto?” Es una pregunta que cada persona debe responder: ¿Crees tú que Jesucristo es el Hijo de Dios? ¿Es Jesús el objeto de tu fe? No fe en un ritual, no fe en un sacrificio, no fe en la moralidad, no fe en ti mismo o en ti misma. ¿Crees tú que Jesús murió en la cruz para rescatarte de la culpa y del juicio del pecado? ¿Crees tú que Él resucitó de la tumba, rompiendo el poder de la muerte y haciendo de esta manera posible un camino para ti para la vida eterna en el cielo? Si es así, puedes expresar tu fe en Él haciendo la siguiente oración:

Padre que estás en el Cielo, yo creo que Jesucristo es Tu hijo, y que Él murió en la cruz para salvarme de mi pecado. Yo creo que Él resucitó de los muertos, y que Él me invita a vivir para siempre con Él en el cielo como parte de Tu familia. Es por lo que Jesús hizo, que te pido que me perdones de mi pecado y me des vida eterna. Te invito a morar en mi corazón y en mi vida. Ahora confío en Jesús como mi Salvador. Ayúdame a vivir en una manera que Te agrade y que Te de honor. Amén.

Proveyendo para tu crecimiento

Una vez que has recibido el regalo de la vida eterna Dios te hace una nueva criatura (2 Corintios 5:17). Desearás crecer en el conocimiento de Jesús y en tu obediencia a Él. Las enseñanzas de Jesús acerca de cómo vivir para Dios pueden ser resumidas en estas instrucciones simples:

Dedícate

El autor de varios libros del Nuevo Testamento, el Apóstol Pablo, anima a aquellos que han recibido el regalo de la vida eterna y “no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:15), y que “ofrezcan su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Romanos 12:1). Dios le da a cada creyente verdadero la presencia interna del Espíritu Santo, para ayudarle a hacer lo que nunca podría haber hecho antes de ser salvo(a)—obedecer y agradar a Dios por la manera en que vive la vida. Jesús prometió antes de regresar al cielo, “cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los guiará a toda la verdad” (Juan 16:13).

Aprende

Una manera de mostrar tu amor hacia Dios es leer la Biblia y vivir tu nueva vida basándote en sus enseñanzas. La Biblia es el libro de instrucciones de Dios para los creyentes. Otro escritor de la Biblia lo dijo bien… “Tu palabra es una lámpara a mis pies” (Salmo 119:11, 105). Lee y estúdiala regularmente para aprender cómo vivir una vida que honra a Dios y que da testimonio a otros de que Jesús ha hecho una diferencia en tu vida.

Ora

La comunicación con Dios a través de la oración mantiene tu enfoque en las cosas eternas. Si estás de verdad siguiendo a Jesús, desearás permanecerte en contacto con Dios todos los días. Además, la Biblia dice “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios…cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

Conoce

Encuentra una iglesia que cree que la Palabra de Dios (la Biblia) es la verdad para hoy. El reunirse regularmente con hermanas y hermanos Cristianos te permitirá seguir el ejemplo de amor de Jesús y el de cumplir su mandato de “amarse los unos a los otros… tal como Yo los he amado”(Juan 13:34). Ahí encontrarás gozo y aliento en comunión con el pueblo de Dios.

Asegurando tu salvación

Si aceptaste a Cristo como tu Salvador, tal vez te estarás preguntando, ¿Qué sucede si peco después de ser salvo(a)? Todos los cristianos pecan de vez en cuando. Pero la buena noticia es que la muerte de Cristo pagó por todos tus pecados, tanto pasados como futuros. Si tú admites humildemente tu pecado a Dios, la Biblia promete que Dios te perdonará y que te limpiará de todo pecado. Ora pidiéndole a Dios que te ayude a no caer en pecado de nuevo. Jesús nos asegura que “al que a Mí viene, no lo rechazo” (Juan 6:37). Tu salvación es segura ya que el sacrificio de Cristo al darse a Sí mismo en la cruz es mucho más grande que cualquier pecado.

Tal vez también te preguntarás, ¿Qué sucede cuando no me siento muy cercano(a) a Dios? ¿Aún soy salvo(a)? Cuando una persona ha aceptado el regalo de salvación, Jesús describe su relación con esa persona como la relación que existe entre un pastor y sus ovejas: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano” (Juan 10:27-28).

Tu salvación es segura porque el sacrificio de Cristo de sí mismo en la cruz es más grande que todo nuestro pecado. La salvación no se basa en nuestros sentimientos sino en el hecho de que Dios nos ha dado la bienvenida a su familia a través de la fe en Jesús. Nada en este mundo o en el cielo puede romper ese lazo—nada.

Si te sientes lejos de Dios, examina tu vida para ver si hay algún pecado que no hayas confesado y que está interfiriendo en tu relación con Dios. Continúa leyendo la Biblia y orando regularmente, llenando tu mente con la verdad de Dios y su bondad. Habla con otros Cristianos y aprende de sus experiencias. Continuarás acercándote más a Dios si tu conocimiento y experiencia de Él continúa creciendo. Descansa seguro(a) en la promesa que nada podrá separarte del amor de Él (Romanos 8:35-39).

Compartiendo el plan de Dios

Sí, Dios ha hecho el plan de salvación claro y accesible a ti. Si has decidido confiar en el plan de Dios para la vida eterna a través de Jesucristo, representa a tu Padre Celestial bien en el mundo de relaciones en las que vives. ¡Comparte las buenas nuevas que has descubierto!

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Bible Version: NVI
Page Count: 16
Size: 3.5 in x 5.38 in
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ISBN-13: 978-1-68216-079-4
ISBN-UPC: 1682160793
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Published: November 01, 2005